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Imperio Bizantino parte II
El comienzo de las acciones
El 2 de Abril de 1.453 los primeros destacamentos turcos llegaban cerca de la ciudad, que ya estaba preparada, abastecida al máximo posible, protegido el Cuerno de Oro con la famosa cadena que el genovés Bartolomeo Soligo había colocado por orden del emperador, destruidos los puentes sobre el foso que bordea la ciudad, y con las murallas en perfecto estado, ya que habían sido reconstruidas de la mejor manera posible, e inspeccionadas por el mismo Giustiniani.
Al llegar los primeros turcos ese día se producen algunos enfrentamientos porque el emperador ordena varias salidas del ejército bizantino, pero cuando los enemigos demostraron ser una cantidad inmensa, los destacamentos volvieron a encerrarse dentro de las murallas.
El 5 de Abril llegan los cuerpos principales del ejército turco, comandados por el mismísimo sultán, que al día siguiente se ubica en su tienda de campaña, cerca del río Lycus, a unos quinientos metros de las murallas y protegida por los destacamentos preferidos de Mahomet, los jenízaros.
Los defensores no eran los suficientes para resguardar las murallas del exterior y del interior, con lo cual el emperador ordenó a las tropas ubicarse protegiendo las murallas exteriores, con muy pocos efectivos en las interiores, los que se dedicaban a lanzar proyectiles defendiendo a sus compañeros.
Que la moral de los defensores era alta al comienzo de las acciones lo demuestra el hecho de que algunos destacamentos de los defensores hayan seguido haciendo varias salidas fuera del recinto de la ciudad para agredir a los turcos sorprendidos, pero luego de que se demostró que semejante táctica no llevaba a nada por la enorme superioridad numérica de los sitiadores y se hacía peligrosa por la pérdida del elemento sorpresa se dejaron de hacer.
El 6 de Abril, según lo mandaba la ley islámica, Mahomet envía mediante sus embajadores un ultimátum a Constantino, el que es rechazado de plano.
El 7 de Abril de 1453 comienzan las agresiones, con un bombardeo que Mahomet II ordena efectuar ante la Quinta Puerta Militar, también mencionada a veces como Pempton, y conocida popularmente como Puerta Militar de San Romano, ubicada a poco menos de doscientos metros al norte del río Lycus (no confundir con la Puerta Civil de San Romano, al sur del río <ver mapa> wink , conformando en la llanura del mismo un sector de las defensas denominado Mesoteichion que era considerado el punto mas débil en la muralla terrestre, porque no estaba sobre un cerro o altura, sino sobre el plano valle del río, y en la cual estaban al principio apostadas las principales tropas bizantinas, que recibieron el refuerzo inmediato (al darse cuenta el emperador de que Mahomet había preferido el ataque por ese sector) de los genoveses de Giustiniani que en principio ocupaban el sector del Miriandron, casi llegando a las Baquernas, sobre la Puerta Carisia o de Adrianópolis.
El 9 de Abril los barcos turcos comandados por Balta Oghe acometieron la empresa de traspasar la gran cadena y extender la lucha al Cuerno de Oro, pero se vieron rechazados por la flota que defendía la ciudad.
Tal vez ese mismo día el sultán dio la orden de derribar a cañonazos varias fortificaciones exteriores a las murallas, y a todos los prisioneros los hizo empalar delante de los defensores de la ciudad, para que vieran el castigo que les estaba reservado; la indignación del emperador y sus tropas por este acto de barbarie no hizo otra cosa que darle más fuerzas para proseguir la lucha.
El 12 de Abril comenzó el cañoneo de forma regular sobre las murallas y a partir de allí ya no se detendría, provocando aquí y allá enormes boquetes en la muralla exterior defendida por el ejército del emperador; por eso todas las noches los ciudadanos bizantinos, mujeres y niños incluidos, salían por las puertas de la muralla interior y cavaban la tierra entre las murallas, llenando con ella sacos y grandes barriles de madera que colocaban hasta cubrir cada hueco para comenzar al día siguiente con la muralla al menos en parte restablecida.
Ese mismo día una flota turca acababa de llegar del Mar Negro y Balta Oghe decidió volver a intentar sobrepasar la cadena, pero nuevamente fue rechazado, merced a que los barcos cristianos eran de mucho mayor envergadura y sus tripulantes verdaderos expertos en estas cuestiones; pronto la presión incontenible del joven e inexperto sultán haría un pésimo efecto sobre el valiente líder de la flota turca.
Recién el 18 de Abril, luego de que Balta Oghe intentara un débil ataque con su flota y fuera nuevamente rechazado, y poco antes de que se ponga el sol, Mahomet ordenó a sus tropas un asalto en toda regla contra las murallas; los cañonazos ya hacía varios días que habían destruido casi por completo las murallas exteriores frente al Mesoteichion, y aunque los defensores ayudados por la gente de la ciudad, mujeres, monjas, niños, habían levantado una verdadera muralla de barriles y sacos de tierra, maderas y todo otro material que tuvieran a mano, ese sector se presentaba como más débil que nunca; al son de los tambores y las trompetas haciendo un monumental ruido para animar a los atacantes que gritaban como enloquecidos, comenzó el combate; Giustiniani se defendió encarnizadamente al mando de griegos y genoveses, mientras Constantino inspeccionaba el resto de la muralla temiendo que hubiera ataques simultáneos en otras posiciones; luego de varias horas de intenso combate y ya bien cerrada la noche los turcos recibieron la llamada a retirarse, dejando cientos de muertos al borde de las murallas; había sido una victoria enorme del ejército del emperador.Recién el 18 de Abril, luego de que Balta Oghe intentara un débil ataque con su flota y fuera nuevamente rechazado, y poco antes de que se ponga el sol, Mahomet ordenó a sus tropas un asalto en toda regla contra las murallas; los cañonazos ya hacía varios días que habían destruido casi por completo las murallas exteriores frente al Mesoteichion, y aunque los defensores ayudados por la gente de la ciudad, mujeres, monjas, niños, habían levantado una verdadera muralla de barriles y sacos de tierra, maderas y todo otro material que tuvieran a mano, ese sector se presentaba como más débil que nunca; al son de los tambores y las trompetas haciendo un monumental ruido para animar a los atacantes que gritaban como enloquecidos, comenzó el combate; Giustiniani se defendió encarnizadamente al mando de griegos y genoveses, mientras Constantino inspeccionaba el resto de la muralla temiendo que hubiera ataques simultáneos en otras posiciones; luego de varias horas de intenso combate y ya bien cerrada la noche los turcos recibieron la llamada a retirarse, dejando cientos de muertos al borde de las murallas; había sido una victoria enorme del ejército del emperador.
El 20 de Abril un buque imperial de transporte cargado de alimentos comandado por Flatanelas llega a Constantinopla escoltado por tres navíos genoveses y luego de varias horas de escaramuzas y a veces encarnizada lucha atravesaron el bloqueo de las numerosas naves turcas, que eran sin embargo inferiores en tamaño, y cruzaron hacia el Cuerno de Oro para poder descargar tranquilamente sus provisiones; en medio de la lucha Balta Oghe hizo lo imposible para parar a los enormes barcos que lo superaban en tamaño, pero a pesar de su arrojo y valentía perdió muchos barcos y cientos de hombres en la batalla y no pudo conseguir su objetivo, ante la atenta mirada de un enfurecido sultán que lo insultaba desde la costa; los soldados del emperador y el pueblo entero de Constantinopla asomado a las colinas de la ciudad veía la batalla como podía y pudo disfrutar de un triunfo memorable; Balta Oghe, que había perdido la visión de un ojo en el combate, pudo salvar su vida gracias a que sus compañeros de armas ponderaron su valor, pero fue despojado de todos sus bienes y deshonrado por el injusto sultán, tomando su lugar un preferido de Mahomet, Hamza Bey.
El 21 de Abril, sin embargo, sin que decaiga su ánimo, el sultán, que disponía de enormes recursos, ordenó la construcción de un camino de madera de plataforma rodante a espaldas del barrio genovés de Pera, entre el Bósforo y el Cuerno de Oro, mientras sus cañones bombardeaban a la flota cristiana para que no se acercase.
El día 24 de Abril, sin dar respiro a los defensores de la ciudad, el incansable Mahomet consigue uno de los triunfos más grandes del sitio, pasando los barcos hacia el Cuerno de Oro mediante ese camino especial de madera de 12 Km de extensión, construido vertiginosamente del lado de Pera por ingenieros italianos, y que recorría por detrás de las murallas del barrio genovés de Gálata desde la costa del Bósforo hasta la costa del Cuerno de Oro evitando de esta manera la cadena en la que los bizantinos habían puesto grandes esperanzas, y provocando una nueva caída de la moral de los defensores de la ciudad, ya que por esa vía se trasladaron unos 70 navíos, que ahora eran más del doble que los defensores en ese lugar, y atrapaban a estos entre dos fuegos.
Esto obligaba a los infortunados defensores de la ciudad a cuidarse de varios kilómetros más de la muralla marítima que daba al Cuerno de Oro, y a la flota exigua que defendía dicha porción de mar a entreverarse con una flota tres veces superior en número, aunque no en envergadura ni experiencia, y muy especialmente a multiplicar las acciones, con lo que el cansancio se hizo pronto mucho más evidente.
El golpe de efecto de esta acción fue desastroso para la moral de los defensores, el emperador se hallaba angustiado por la falta de hombres y la necesidad de proteger ahora tantos kilómetros de murallas que antes no era necesario custodiar, lo que le restaría fuerzas para defender el punto que obsesivamente Mahomet quería franquear: el Mesoteichion.
La nula colaboración de la colonia genovesa de Gálata también fue determinante para que los turcos pudieran permanecer en el Cuerno de Oro, ya que de haberse contado con sus formidables barcos que estaban anclados en su puerto este importante brazo de mar no hubiera sido conquistado, y con su colaboración seguramente el camino terrestre de los barcos difícilmente hubiera podido ser construido; pero a esta altura la colonia solo pensaba en su salvación, manteniendo una neutralidad sospechosa tanto para bizantinos como para los turcos, convirtiéndose el lugar en un nido de espías de ambos bandos.
El 28 de Abril un plan de los venecianos propuesto por Giacomo Coco para incendiar los barcos turcos fracasó estrepitosamente; los turcos, avisados del plan, que se había demorado inexplicablemente cuatro días, destruyeron varias embarcaciones cristianas, Coco murió en la batalla y los soldados otomanos capturaron a varios marineros que fueron decapitados a la vista de los pobladores de Constantinopla a manera de escarmiento; contagiados de la crueldad del sultán, los bizantinos tomaron a varios cientos de turcos prisioneros y los degollaron a la vista de los soldados enemigos; ya no habría vuelta atrás en la escala de agresiones.
Los cañones mientras tanto bombardeaban las murallas y las llenaban de huecos que luego los fervientes protectores de la ciudad trataban de cubrir para evitar que quedaran opciones de paso a los turcos hacia dentro, y esto ocurría todos los días y a toda hora.
De igual forma se producían permanentes incendios por los bombardeos que sufría la ciudad cuando Mahomet mandaba a sus cañones que sobrepasaran la muralla y bombardearan el interior, y los defensores corrían allí donde se los necesitara para sofocar cada uno de ellos, y despejar las calles de escombros.
Asimismo cobraron mayor importancia los zapadores del ejército invasor, formados específicamente por serbios expertos en cavar minas, que horadaban bajo las murallas intentando lograr hacer túneles que los comunicaran con el interior, y que hasta dentro de unos días no serían descubiertos.
El fatídico mes de Mayo.
Ya en los primeros días de Mayo los allegados al emperador le indicaron que debería huir de la ciudad, porque, afirmaban, seguramente sería más útil desde la Morea contraatacando junto a sus hermanos y juntando fuerzas rebeldes en los Balcanes, que encerrado entre estas murallas donde el peligro de la muerte lo acechaba día a día, pero Constantino no quiso oír hablar de ello, resignándose a su suerte junto a los pobladores de Constantinopla.
En esos días también el gran cañón de los turcos se hallaba dañado, por lo que el bombardeo disminuyó un poco, y tampoco Mahomet trató de intentar un asalto sin contar con el inestimable apoyo de su artillería completa, y es así que Constantinopla vivió una semana sin demasiadas novedades.
El 3 de Mayo zarpó un barco imperial disfrazado con bandera turca para ver si podía localizar a la escuadra que había sido pedida a los venecianos, y en la cual se basaban las grandes esperanzas del soberano.
El 6 de mayo el gran cañón volvió a la actividad y con él un intenso bombardeo que mejoraba incluso la efectividad día a día, y que ya se hacía insufrible para el ejército de Constantino, que soportaba estoico al pie de las murallas.
El 7 de Mayo, al atardecer, los turcos volvieron a atacar las murallas en el sector del Mesoteichion, fueron varias horas de violenta lucha en la cual se destacaron los soldados bizantinos que abatieron a muchos turcos estando únicamente defendidos por una arruinada muralla exterior y parapetos improvisados.
El 9 de Mayo los venecianos que comandaban la flota en el Cuerno de Oro, ante la sombría perspectiva que les esperaba en ese brazo de mar, decidieron anclar su flota y trasladar a sus marineros a defender el sector de murallas de las Blaquernas, que había sufrido graves daños debido al cañoneo; esta decisión fue muy mal tomada por la tripulación, pero se avinieron a obedecer.
El 12 de mayo por la tarde el sultán mandó a sus tropas a una feroz embestida hacia el sector de las Blaquernas, pero fueron derrotados no sin dificultades.
El 13 de Mayo llega la tripulación de las naves venecianas a ocupar sus puestos en las murallas de las Blaquernas y a reparar los daños, y esa misma noche los turcos vuelven a atacar, pero luego de encarnizados combates son rechazados nuevamente, con lo cual el sultán comienza a darse cuenta de que en el único lugar en el que tiene ciertas posibilidades es el Mesoteichion.
Sin embargo, la preocupación por tener dos sectores de murallas afectados (Mesoteichion y Blaquernas) y por haber abandonado prácticamente la lucha en el Cuerno de Oro hacía que el ánimo del emperador y de sus colaboradores se ensombreciera cada vez más.
El 14 de Mayo Mahomet resuelve insistir en su posición y trasladar más baterías de cañones al sector de las Blaquernas, decidido a debilitar cada vez más esa parte de la muralla; los días 15 y 16 de Mayo el bombardeo a ese barrio fue infernal, pero sin embargo el mismo sultán pudo comprobar que no había sido lo suficientemente efectivo, con lo cual ahora decidió por fin llevar los cañones frente al Mesoteichion; desde el 17 de mayo, entonces, el sector del Mesoteichion recibe un terrible bombardeo prácticamente ininterrumpido, que causa averías mucho más graves todavía y obliga a trabajar día y noche con más energía a las partidas de ciudadanos que reparaban los deterioros de las murallas.
El 16 de Mayo la flota turca trató de superar la gran cadena sin poder lograrlo, volviendo a sus ubicaciones anteriores.
El mismo día los bizantinos descubrieron que las murallas de Blaquernas, a la altura de la puerta Caligaria, estaban siendo minadas por los zapadores serbios expertos en hacer excavaciones al servicio del sultán.
Un notable de la ciudad, el megaduque Lucas Notaras, que ya había actuado sabiamente defendiendo las murallas marítimas y colaborando con la flota veneciana en los primeros días del sitio, pidió la colaboración del ingeniero John Grant, el cual se ocupó de dirigir la contramina y voló el túnel de los serbios con todos adentro; siguieron Notaras y Grant en los días siguientes destruyendo las minas de los serbios, a veces las inundaban, a veces las quemaban, las volaban e incluso las llenaban de humo para hacer huir al enemigo.
El 18 de mayo una torre móvil de madera fue levantada por los turcos por sobre las murallas del Mesoteichion; esa verdadera fortificación sobre ruedas, que estaba recubierta de pieles y provista de escalas, tenía la misión de defender a los soldados que trataban de llenar el foso de tierra y escombros; sin dudas el plan era lograr aplanar un terraplén sobre la fosa para trasladar la torre hacia las murallas y facilitar el asalto; sin embargo, esa noche los bizantinos enviaron un contingente que consiguió trasladar barriles de pólvora hacia la torre y hacerla explotar; idéntica suerte corrieron otras torres construidas por los otomanos en distintos lugares de las murallas.
El 21 de Mayo nuevamente la flota de Hamza Bey trató de doblegar a la gran cadena, pero esta vez fue un movimiento espectacular al son de las trompetas y los tambores, y con la participación de una enorme cantidad de barcos que recorrieron la cadena de un lado a otro; la ciudad estaba realmente alarmada, pero nuevamente los barcos, luego de ver que no podían ingresar al Cuerno de Oro, se desalentaron y volvieron a sus puestos originales; con este hecho podemos darnos cuenta de la enorme arbitrariedad cometida por el sultán contra su almirante Balta Oghe, ya que después de su destitución la flota otomana tuvo un pobre papel en la lucha.
El 23 de Mayo los mineros de Notaras y Grant capturaron a muchos zapadores que intentaban hacer progresar una mina en el sector de las Blaquernas, y entre ellos se hallaba un oficial otomano que luego de sufrir varias torturas confesó todos y cada uno de los lugares donde estaban trabajando bajo las murallas; los bizantinos desarticularon todos esos lugares; algunos realmente peligrosos se ocultaban bajo las torretas armadas por los soldados otomanos para asaltar las murallas; fue una enorme victoria de los bizantinos, que eliminaban la constante preocupación por esta forma de ataque.
También ese 23 de Mayo Constantino recibió una embajada de Mahomet II comandada por Ismail, príncipe de Sinope; se les perdonaría la vida a todos si se rendían, pero el emperador se negó a negociar la ciudad, aunque ante la insistencia de Ismail, que tenía amigos entre los griegos y les recomendaba de buena fe su rendición, envió a su vez a un ignoto personaje para negociar con el sultán; era muy probable que esta persona no volviera con vida, conociendo a Mahomet, pero sin embargo fue bien tratado y volvió con la propuesta de una paz comprada en la suma anual de cien mil besantes, algo que era absolutamente imposible de cumplir por parte del emperador, el cual sin pensarlo dos veces respondió en estos términos: "El hecho de darte la ciudad no me compete ni a mí ni a ninguno de sus habitantes; pues todos vamos a morir por una decisión común, por nuestra propia voluntad, y no escatimaremos nuestras vidas"
Ese mismo día llegó el barco imperial que había zarpado para localizar a la supuesta escuadra veneciana de rescate volvía atravesando la cadena que se abrió para dejarlo pasar; traía muy malas noticias: ninguna flota veneciana había sido avistada en ninguno de los muchos lugares en los que habían estado; dicen que volvieron para servir al emperador hasta la muerte, y que éste se echó a llorar visiblemente emocionado por este hermoso gesto y por la enorme decepción que le producía la falta de comprensión de las potencias occidentales.
El 24 de Mayo corrió la voz por toda la ciudad sobre la segura falta de refuerzos de occidente; ahora todos sabían que estaban solos en la lucha y que dependían únicamente de sus propias fuerzas, que ya estaban al límite del agotamiento total; se multiplicaron las procesiones aún bajo el granizo de las tormentas que azotaron ese día, y la Fe se mantuvo lo más alto que se pudo teniendo en cuenta el difícil momento que se vivía.
Los bizantinos recordaron con terror la antigua profecía que aseguraba que la ciudad jamás caería mientras la luna, el símbolo de la antigua Bizancio, estuviera en cuarto creciente; en este fatídico día en el cual todos se acababan de enterar de la segura falta de ayuda se producía el plenilunio, y al día siguiente comenzaría el cuarto menguante: cuando los ánimos están bajo circunstancias tan conmovedoras, estas predicciones son especialmente recordadas; por este presagio y por las concluyentes noticias del día muchos soldados sabían que estaban viviendo las últimas horas de su imperio.
El 25 de Mayo hubo en el cielo un extraño resplandor, seguido de extrañas luminosidades, lo que conmovió profundamente los espíritus de los griegos y de los turcos: todos interpretaron como una mala señal o un aviso extraordinario ese prodigio que se producía en tan dramático momento, y tanto el emperador como el sultán se preocuparon por interpretar esa señal como algo favorable, lo que seguramente Constantino no pudo lograr pese a su enorme deseo de hacerlo.
Los notables más cercanos al emperador le rogaron nuevamente que tratara de marcharse y que iniciara una revuelta desde afuera de la ciudad, pero fue imposible persuadirlo, porque Constantino ya había aceptado su destino y sabía que lucharía hasta la muerte dentro de esas murallas, y probablemente muy dentro de su alma tuviera todavía la esperanza de que Cristo y la Virgen acudieran en su auxilio a último momento.
La situación en esos días era de desasosiego, ansiedad y preocupación en los dos bandos: los bizantinos no podían creer que hubiesen aguantado tanto, estaban exhaustos, sus murallas se venían abajo en varios puntos, estaban solos, abandonados por occidente, y se encomendaban a Cristo y la Virgen; asimismo la antigua profecía de la luna en el cuarto menguante les ensombrecía el ánimo aún más; los otomanos estaban desilusionados, no podían creer que pese a sus esfuerzos no hubieran podido hasta ahora hacer entrar un solo soldado en la ciudad, la flota no les daba satisfacciones, sus zapadores eran descubiertos y muertos en todos lados, las enormes torres de madera eran incendiadas, no podían construir caminos o puentes sobre el foso, y cada asalto había sido rechazado invariablemente; la única satisfacción de los turcos habían sido sus cañones, que habían debilitado bastante a las murallas, especialmente en el sector del Mesoteichion, el cual era ahora la única esperanza posible para Mahomet.
El 26 de Mayo Mahomet llamó a su plana mayor; su ánimo no era el mejor; sin embargo, salvo el visir Chalil, que en general había sido un partidario de dejar tranquilos a los griegos, todos sus oficiales y estrategas lo alentaron para que siga con el sitio, hasta que, conmovido, Mahomet ordenó que se iniciasen los preparativos para un asalto para el cual movilizaría a todas sus fuerzas.
El ataque final.
El 28 de Mayo los bizantinos ya estaban informados de que en la madrugada del día 29 Mahomet II lanzaría un violento ataque contra la ciudad, uno de esos asaltos despiadados y decididos que estaban destinados a vencer o morir en el intento, y cundió el pánico en los defensores, hubo llantos en el Palacio, lamentos que expresaban la intuición de estar viviendo la verdadera última hora de la ciudad cristiana, lágrimas de tristeza y de dolor por lo que podría significar el día de mañana, lloros por la posible muerte del cristianismo y del helenismo en su propio reducto más preciado.
Los defensores participaron de los oficios en Santa Sofía junto con todos los pobladores, griegos y latinos, concientes de que podía esa ser la última misa que escucharan en ese tan apreciado sitio para los cristianos, y por un día sus divergencias fueron dejadas de lado.
El 29 de Mayo, aparentemente mucho antes de que despuntara el sol, Mahomet lanzó su primer ataque a las murallas de la ciudad con miles y miles de soldados provenientes de distintos países, serbios, búlgaros, italianos, alemanes, también turcos irregulares, los que formaban un ejército muy colorido y poco uniforme de mercenarios que luchaban solamente por la paga y su parte en el saqueo, que eran en general inconstantes y se desanimaban cuando no conseguían rápidamente el objetivo, como todos los combatientes a sueldo; hostigados por los mismos jenízaros, que no los dejaban escapar, se abalanzaron con todas sus fuerzas en varios puntos de las murallas, pero muy especialmente en el sector arruinado del Mesoteichion, y permanentemente intentaron pasar por sobre los soldados de la ciudad; los defensores, enormemente cansados, algunos mal heridos o lastimados, no escatimaron esfuerzos y rechazaron a los turcos, aunque con enormes dificultades, pero finalmente se impusieron ante una fuerza muy desorganizada, y produjeron cientos de bajas en el enemigo.
Probablemente poco le habrá importado a Mahomet este traspié, ya que su idea era cansar a los defensores de la Puerta Militar de San Romano, y desgastarlos progresivamente, evitando que reciban refuerzos atacando en todos los demás puntos, tanto en la muralla de la costa como en la terrestre.
A los pocos minutos, sin dar descanso a los defensores, el sultán lanzó un segundo asalto, aterrador por su inusitada violencia y por la cantidad de soldados que participaban, esta vez procedentes del temible cuerpo de ejército de los anatolios, soldados regulares turcos de religión islámica que deseaban ser los primeros en entrar en la ciudad; disciplinadamente se lanzaron al ataque, pero aunque eran muchos y estaban muy bien armados fueron contenidos una y otra vez, permanentemente rechazados por los valientes defensores que aún cansados seguían peleando bravamente; el avance de los anatolios fue finalmente contenido apenas un poco antes del amanecer, pero en el momento en que se disponían a retirarse un terrible cañonazo les abrió un enorme boquete que los reanimó a tratar de entrar, aunque finamente los bizantinos acabaron con las vidas de todos los soldados temerarios que entraron por ahí, dando por terminado este segundo ataque; a pesar de la victoria, los defensores de la ciudad se vieron en una situación cada vez más comprometida porque habían perdido varios hombres y cada hombre que resguardaba la metrópoli valía por quince soldados turcos, habida cuenta de la diferencia numérica de los dos ejércitos.
Cansados y hastiados de pelear, los protectores de la ciudad sin embargo no bajaron los brazos en ningún momento, y cada vez que era necesario trataban de reparar los enormes huecos que la artillería turca provocaba en las murallas, multiplicándose en el esfuerzo.
Sin embargo, en el día mas largo de la Historia para los bizantinos, había tiempo todavía para un embate más; los defensores solamente debían contener este ataque sin medir sus esfuerzos y la moral turca iba a desmoronarse tal vez para siempre.
Pero Mahomet II, a pesar de su gran desilusión al ser rechazados sus apreciados anatolios tenía una carta reservada para este último instante, y como buen estratega que era la utilizó en el momento justo, para evitar que los defensores tuvieran siquiera una oportunidad de vencer: eran los jenízaros, ese cuerpo de élite que los sultanes fueron formando a través de varias generaciones con niños cristianos que arrebataban a sus padres en los territorios conquistados y a los que daban especial formación militar educándolos en el Islam... ironía del destino iba a ser la conquista de la ciudad cristiana por parte de sus propios hijos reformados.
Los jenízaros, que estaban descansados, excelentemente entrenados y muy bien pertrechados, pronto marcaron la diferencia, en un asalto feroz por la violencia y la audacia de los atacantes.
No es difícil imaginarlos avanzar a paso redoblado, codo a codo, con decisión y coraje, a pesar de los proyectiles que los hacían caer uno a uno, siendo inmediatamente reemplazados los heridos con otro integrante que tomaba su lugar; avanzaron sin desesperación, ordenados, confiados en su victoria final, y ese orden y confianza los hicieron llegar pronto al enfrentamiento cuerpo a cuerpo con los bizantinos y los genoveses de la Quinta Puerta Militar, donde la moral de los defensores todavía estaba muy alta a pesar del cansancio, y donde se producían encarnizadas batallas singulares.
Pronto los defensores se vieron comprometidos seriamente, aunque lucharon hombre a hombre y aunque tiraron escala tras escala al suelo, estas volvían a levantarse, cada jenízaro que derribaban y moría o era malherido era reemplazado en seguida por otro de similares características y esto ya estaba fastidiando a los cansados soldados de las murallas, y en cierto momento el terror invadió a todos ellos: Giovanni Giustiniani, el valiente defensor genovés, el que daba las órdenes claras y precisas para la defensa, fue herido por un jenízaro.
No se sabe a ciencia cierta cómo fue herido Giustiniani, pero sí se sabe que estaba grave y que inmediatamente ordenó a sus más cercanos colaboradores que lo trasladaran para ser atendido.
Constantino, avisado inmediatamente del hecho, fue hacia él y lo quiso convencer de no alejarse del lugar, le habló de la importancia de mantenerse como sea en el campo de batalla, pero el genovés habría intuido la gravedad del asunto y lamentablemente se mantuvo firme en su deseo de retirarse para ser atendido.
Cuando el resto de los soldados genoveses vieron que se llevaban a su capitán pasó lo que era de esperar: se desmoralizaron y desertaron de sus puestos en la muralla siguiendo el camino de su capitán, justo en el preciso momento en que arreciaban las fuerzas de los jenízaros en el lugar.
Sin la mayoría de los soldados genoveses, solamente los bizantinos quedaron para combatir a un enemigo peligroso, pero aún así lo estaban haciendo valientemente, aunque a costa de ingentes esfuerzos.
Probablemente en ese instante, cuando ya había amanecido, los soldados todos, griegos y turcos, en medio del fragor del combate, vieron ondear la bandera de la media luna en una de las torres en el sector de las Blaquernas.
Los gritos de los turcos eran de victoria, y muchos griegos probablemente ya pensaban tal vez en cómo escapar de aquel infierno para proteger a sus familias.
Constantino, seguramente luego de alentar a sus soldados y prometer su vuelta, montó a caballo inmediatamente y fue a todo galope junto a su primo Teófilo, Juan Dálmata y Francisco de Toledo en compañía seguramente de unos cuantos soldados fieles hacia ese sector a ver qué estaba pasando, ya que eso podía significar el principio del fin.
La importancia de una pequeña puerta.
Había una estrecha abertura en el lado norte de la muralla terrestre de la ciudad, una simple entrada pequeña ubicada en el barrio de las Blaquernas, una poterna antigua que se había utilizado durante muchos años como puerta de escape de emergencia, y que durante mucho tiempo permaneció tapiada, aparentemente porque un adivino hacía varios siglos pronosticó que por allí entrarían quienes tomarían definitivamente la ciudad.
Por esa puerta cercana al palacio de Blaquernas, que una vez "descubierta" por los defensores fue abierta, los griegos lanzaron algunos sorpresivos ataques hacia el exterior, pero luego desistieron de volver a hacerlo porque los turcos eran innumerables y esos ataques ya no surtían efecto una vez que se perdió el efecto sorpresa.
Pasaron varios días durante los cuales la Kerkoporta no fue usada por los bizantinos y estando en pleno ataque los jenízaros, cuando los turcos arreciaban en esa mortífera oleada del tercer asalto del 29 de Mayo de 1453, probablemente detrás de los grupos de soldados griegos que habrían efectuado una salida sorpresiva entraron varios soldados otomanos.
El contingente pequeño de turcos que habría entrado a la ciudad parece haberse dirigido hacia la torre más cercana y haber izado en ella la bandera turca, para desconcierto total de los defensores de la Puerta Militar de San Romano, donde se encontraba luchando el emperador, que veían el triste espectáculo de su bandera retirada y reemplazada por la medialuna del Islam, y para satisfacción de los turcos que todavía luchaban fuera de la ciudad por entrar.
No se sabe si el emperador con sus soldados dio fin a la permanencia del enemigo en ese sector o si ya la situación estaba controlada cuando llegó por los soldados venecianos y griegos comandados por los hermanos Bocchiardi (encargados de ese tramo de la muralla); debe haber sido así, de otra forma no se explica que hubiera regresado presurosamente al Mesoteichion, sector al que había abandonado en un mal momento pero por un motivo fundamental, habiendo encontrado al volver el lamentable espectáculo de sus soldados masacrados en el sector entre muros y a los jenízaros dueños de la situación.
Cualquier defensor de la ciudad que hubiese visto la bandera de la media luna sobre las torres más cercanas al palacio del emperador y mucho más sin la presencia de éste y de sus lugartenientes, habría pensando que ya era inútil su tarea, para comenzar la huída dejando el camino libre al ejército sitiador así en medio de su desordenada retirada quedaron expuestos ante la arremetida de los jenízaros.
Es muy probable que los mismos soldados del sector entre muros hayan abierto algunas de las puertas menores de la muralla interior para salvarse de la masacre de la que estaban siendo víctimas, y que por allí grandes oleadas del ejército turco hayan entrado definitivamente a la ciudad.
Cuando llega Constantino al Mesoteichion, junto a su primo Teófilo, el español Francisco de Toledo y Juan Dálmata, y ven el espantoso espectáculo de la derrota inminente, se ponen de pie e inician la última carga de los romanos, una carga que los lleva a la muerte y a la inmortalidad al mismo tiempo...
Los combates dentro de la ciudad.
Los combates en las calles fueron efectuados barrio a barrio, algunos ofrecieron gran resistencia pero otros no por la falta de hombres y armas, que estaban concentrados en las murallas; hubo gran confusión y muchos huían desesperados, por lo que el ejército turco ocupó la ciudad rápidamente, abriendo puerta tras puerta en las murallas para que más y más turcos penetraran en la ciudad y solamente unos pocos habitantes de Constantinopla, especialmente los italianos que sabían bien donde estaban los barcos de sus compatriotas lograron salvarse huyendo en las naves venecianas.
Murieron muchos valientes soldados atrapados entre dos fuegos, muchos intentaron huir y no pudieron, otros fueron capturados y muertos al instante, otros tuvieron la "suerte" de ser capturados, pero sus vidas fueron un infierno hasta que pudieron comprar su libertad o huir definitivamente.
La mayoría de los combatientes extranjeros, venecianos, genoveses, catalanes, fueron ejecutados al instante, mientras que los griegos más notables fueron perdonados al principio.
De todas maneras en pocas horas los turcos ya eran dueños de la situación en la nueva ciudad, ahora bajo el dominio otomano.
Se había consumado uno de los hechos históricos más trascendentales de la humanidad, uno de esos sucesos que no tienen parangón en la historia, por la importancia que tiene en sí mismo y por las consecuencias que acarrearía para el futuro del mundo, uno de esos actos principales que solo se dan en muy rara ocasión, y que ahora ante la aterrorizada mirada de la cristiandad toda se hacía realidad, el inmenso triunfo del Islam turco sobre el cristianismo ortodoxo, y la desaparición definitiva de una civilización única, memorable, romana, helénica y cristiana, que ya no volvería a resurgir nunca más.
La toma de posesión y el saqueo.
Bien entrada la tarde entró en la ciudad Mahomet II, que, previo haber expresado su deseo y dado la orden de que los edificios y las murallas no sean tocados, anunció el comienzo al saqueo que había prometido como premio a los soldados en caso de vencer.
No puede atribuirse sin embargo a este saqueo la desaparición de todas las riquezas de Constantinopla, ya que la ciudad, como dije anteriormente, ya estaba en condiciones ruinosas, pero sí podemos decir que el mismo contribuyó a borrar aún más la memoria de todo un pueblo que en ese momento estaba desapareciendo como Estado libre.
Comparando la desolación en que los latinos habían dejado la ciudad en 1261, con el saqueo de los turcos, consecuencia directa de la depredación occidental, se puede decir que cuando los turcos hicieron pie en la ciudad ya no quedaba demasiado para destruir o robar, porque lo más preciado que tenía Constantinopla, sus Iglesias, sus Monasterios, sus Palacios, sus joyas, libros, bibliotecas, obras de arte y todo lo demás ya había sido robado o destruido por los aventureros extranjeros de la cuarta cruzada.
Por lo tanto, la toma de Constantinopla significó mas que nada un cambio radical en cuanto a la cultura, la sociedad y las costumbres que regían en la ciudad, que una pérdida de valores materiales que en realidad ya se habían perdido luego de 1204.
Sí quedaban, sin embargo, decenas de miles de vidas inocentes que sufrieron las consecuencias del saqueo, pereciendo bajo las armas turcas o siendo vendidos como esclavos, o soportando las conocidas agresiones usuales en este tipo de circunstancias, como violaciones, torturas y demás vejaciones.
Finalmente, la conversión de Santa Sofía, la mas preciada joya de la cristiandad, en mezquita, la adquisición de los terrenos de la ciudad por los turcos, y la forzada inmigración de los habitantes de los territorios conquistados que repoblaron la ciudad, que pasó a convertirse en la capital del imperio otomano, o sea de un mundo completamente diferente.
La suerte del último emperador.
Constantino estaba luchando valerosamente, se había desprendido de las insignias imperiales y continuaba combatiendo como un soldado común, pero el aliento les faltaba a los soldados que defendían la ciudad: sin la ayuda de los soldados genoveses que habían corrido detrás de Giustiniani, el esfuerzo era absolutamente agotador.
Los jenízaros que habían penetrado por la muralla a la altura de la puerta de San Román gracias al efecto desmoralizador conseguido por el pequeño grupo que entró por la Kerkoporta e izó la bandera en una de las torres cercanas al palacio de Blaquernas, lograron masacrar a los bizantinos atrapados en el sector entre muros , y entonces se vio el último y titánico esfuerzo del emperador tratando de evitar lo inevitable, pues ya la toma de la ciudad se había hecho irremediable, los defensores eran cada vez menos y los soldados otomanos entraban ya por cientos por las puertas de la muralla interior; Constantino murió como un héroe haciendo honor a sus títulos, haciendo honor al prestigio de un imperio que no por haber caído había sido menos grande.
Sin embargo nadie ha podido saber a ciencia cierta cómo murió Constantino, ni dar noticia del verdadero paradero del cuerpo del emperador muerto, con lo cual un halo de oscuro misterio se cierne sobre esta triste historia.
La historia nos cuenta que se sacó las insignias y peleó como un soldado más, algo que nunca ha sido probado de todas maneras.
Dicen que Mahomet preguntó por Constantino, y que se alivió cuando lo dieron por muerto; dicen que el cuerpo de alguno de sus oficiales fue confundido con el del emperador, dicen que enterraron ese cuerpo, y que esa tumba fue venerada por mucho tiempo, dicen...
Es posible que con la muerte de Constantino XI estemos ante la presencia del nacimiento de un nuevo mito, el mito romántico de un luchador inigualable, algo que fue creciendo ante la necesidad del pueblo griego de creer nuevamente en sus héroes, cuando luchaban por sobreponerse del yugo turco.
Aún sin este mítico final, Constantino XI ha sido un hombre admirable, luchador incansable, que se constituyó en un más que meritorio adversario, contando solo con fuerzas exiguas, del mejor pertrechado de los ejércitos de la época, y es esa enorme dimensión que alcanza como hombre y como soldado lo que lo hace una persona descollante dentro de la inmensa historia de la humanidad.
Sin embargo, si hay que destacar algo del emperador, es su decisión de no huir de Constantinopla, de esperar a su adversario y seguir el juego hasta el final, con pocas probabilidades de vencer; esto puede significar dos cosas: la Fe impresionante de este hombre en Dios, que lo haría ser optimista hasta el final, o la entereza de un carácter enormemente decidido a llegar hasta las últimas consecuencias para defender lo que es suyo; tal vez las dos cosas fueran ciertas.
Las consecuencias de la caída para el mundo europeo y cristiano.
"La ruina de Constantinopla, tan funesta como previsible, constituyó una gran victoria para los turcos, pero también el final de Grecia y la deshonra de los latinos. Por ella, la fe católica fue atacada, la religión confundida, el nombre de Cristo insultado y envilecido. De los dos ojos de la cristiandad, uno quedó ciego; de sus dos manos, una fue cortada. Con las bibliotecas quemadas y los libros destruidos, la doctrina y la ciencia de los griegos, sin las que nadie se podría considerar sabio, se desvaneció." Juan Dlugosz, historiador de la época.
En un principio, el día después de la toma de Constantinopla por parte de los turcos constituyó el comienzo de una nueva era para todo el mundo conocido.
El helenismo, que desde hacía más de dos mil años brillaba en Europa, con luz propia primero en Grecia, luego en Roma y finalmente en Bizancio que es lo mismo que Roma, se vio sometido definitivamente y estuvo oculto en la Europa oriental durante más de cuatrocientos años.
El cristianismo ortodoxo, por el contrario, conservó ciertos privilegios, mantuvo intactas las costumbres religiosas bizantinas y se constituyó en el estandarte del helenismo, constituyendo una importante fuerza aglutinante que alivió la carga que el pueblo griego llevaba sobre él bajo el mandato turco, inclusive fue importante para las naciones de raíz eslava que habían nacido bajo la gran influencia de Bizancio, como ser Bulgaria y Servia, que fueron formando desde la ortodoxia su propia identidad, garantía de su libertad en el futuro.
Finalmente, el imperio romano había caído de forma definitiva, ya no podría nunca más renacer de sus cenizas, porque éstas habían sido esparcidas por los aires, desintegrándose para siempre.
Mientras tanto, la ciencia de los griegos, esa que determinaba el saber del ser humano y hacía la diferencia con los demás pueblos, estaba siendo descubierta por los occidentales, en gran parte gracias a los sabios bizantinos que huían de los Balcanes desde hacía más de un siglo, despojados por los turcos, y que esparcían sus conocimientos junto con los sabios escritos de los filósofos por toda Italia y desde allí a los demás países.
Efectivamente la cristiandad quedó para siempre dividida a partir de entonces, con una parte, la occidental, libre para establecer sus modos de vida, para generar ese maravilloso renacimiento, para crear sus propias costumbres y hacer nacer a las naciones que hoy son las más avanzadas en el mundo, mientras que la otra, la oriental, estaba cada vez más bajo el dominio turco, servía al imperio otomano, y solamente existía bajo su autoridad.
Por otra parte, occidente tuvo que aprender a vivir consigo mismo para poder hacer frente al creciente peligro turco, por lo tanto la relación entre los distintos estados occidentales se fue haciendo más armoniosa y toda Europa consiguió un mayor equilibrio, necesario para vencer en una guerra permanente y sin la presencia tranquilizadora del "cismático" imperio bizantino, el cual había logrado mucho antes ese mismo equilibrio para luchar contra el infiel con éxito por más de mil años.
Europa debió esforzarse durante más de dos siglos hasta poder doblegar al imperio otomano, y eso sólo fue un factor que hizo que los estados occidentales evolucionaran lo suficiente y maduraran como para contrarrestar el gran peligro turco.
Qué perdió el mundo cuando cayó La Ciudad.
"Nuestra raza y nuestra lengua, ¿no nos hacen compatriotas y herederos de los antiguos helenos?" Teodoro Metoquites.
El mundo entero se convulsionó al saber de la noticia, y muchas fueron las consecuencias de la toma de Constantinopla por los turcos, pero el hecho principal que se produjo fue que ya no habría nunca más una ciudad cristiana a caballo de dos continentes, nunca más los viajeros cristianos pudieron hacer sus peregrinaciones para conocer a la ciudad y a sus hermosas iglesias, nunca más habría una ciudad cosmopolita donde las culturas occidentales y orientales hicieran su conocimiento unas de otras, nunca más habría una ciudad tan abierta a la influencia cultural de dos mundos tan distantes, que en ella se acercaban tanto como podían y se influían mutuamente.
A partir de ese momento se perdió una ciudad que, si bien era una sombra de lo que había sido, representaba la posible convivencia de esos dos mundos, que a partir de allí no volvieron a acercarse jamás, muy a pesar de los tratados comerciales que hacían por puro y vil interés las Repúblicas italianas con los turcos.
Y mucho más que eso, se perdió una verdadera raza de hombres que solían interpretar el mundo como un lugar donde todos tenían un espacio y una ubicación, un lugar donde los emperadores solían imponer su ley hasta en lugares extremadamente lejanos, donde se creaba un arte sin igual, un sitio desde donde se irradiaba hacia todo el mundo una cultura, un saber, una forma de vida que sirvió indiscutiblemente de base al mundo moderno.
Se perdió el Centro del Mundo, se perdió esa vitalidad de un pueblo que no perdonaba a los malos gobernantes, se perdió una clase de gente que hacía de la cultura su centro, del conocimiento una base para su cultura, y de la lucha el sostén de ese conocimiento.
Se perdió una civilización que había nacido para propagar el conocimiento cristiano y para contener el avance musulmán, una clase de personas que luchaba todo el tiempo para mantener sus creencias y extenderlas hacia todo el mundo conocido mientras trataba de que no la exterminaran los bárbaros.
Se perdió una civilización que sin distinguir entre etnias o idiomas consiguió ser la primera y la más valiosa durante toda su existencia en la lucha contra el infiel, y esto a pesar de la incomprensión de occidente.
Finalmente, con la pérdida de Constantinopla la civilización occidental se quedó sin la ciudad que la creó, haciendo una incomparable fusión de lo romano, lo helénico y lo cristiano que aún hoy pervive en todo país que se crea civilizado y occidental, o sea que se perdió la madre de la identidad del mundo moderno.
Rolando Castillo. Setiembre 2003
Viking Lord Melendez · Thu Mar 27, 2008 @ 06:55pm · 0 Comments |
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